Recuérdate Krapp nos propone el recuerdo como un archivo de cintas donde se guardan los miedos, los gozos y los temblores sentidos.

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La vejez es momento de balances, pero cuando se inicia la vejez. No creo que haya un momento preciso, más bien es proporcional a cómo vas consintiendo que la niebla del pasado se vaya apoderando del presente. Instalándonos, como en el caso de nuestro protagonista de ¡Recuérdate Krapp! directamente en la evocación.

En su recuerdo Krapp convive con el niño, el semanista, el soldado y el hombre enamorado que fue.  El trabajo colectivo de creación dirigido por Jesús Lavi, se inspira en un texto de Colette Casas, un texto onírico y oscuro, como las falsas creencias de la tradición, nos han enseñado que es el preámbulo de la muerte.

Colette Casas se inspira en La última cinta de Krapp de Samuel Beckett, que nos propone el recuerdo como un archivo de cintas donde se guardan los miedos, los gozos y los temblores sentidos.

La función se inicia con una escena muy bella, en que el joven Krapp simula que canta acompañado por la música en directo de Yerko Cano, mientras el viejo Krapp baila apasionado con una mujer. De pronto lo figurado pasa a ser real, la música se escucha apoderándose del espacio. Rubén Casteiva -el joven Krapp- recupera una voz impecable. Música y letra dan sentido al baile de Roberto Iglesias -el viejo Krapp- y  Patricia Torrero -la evocación de la mujer-.

A partir de este momento en tres escenarios bien delimitados: al fondo la casa, donde convoca el recuerdo el viejo Krapp, mientras come plátanos. Al borde del escenario, la parte izquierda la ocupa el joven Kraap, donde le veremos cantar, ser soldado, seminarista y amante. La parte de derecha está reservada para el piano de Yerko Cano y su música, que son estímulo y soporte protagonista de la función.

Jesús Lavi acierta con las acotaciones del escenario, y acierta con la dirección de actores. El viejo Krapp  se mueve poderoso entre la vulnerabilidad del viejo, y la presencia rotunda casi apostólica de un hombre más allá de la propia vida. Patricia Torrero es la evocación de la mujer, aporta la presencia femenina en la vida de Krapp, y tiene la oportunidad de realizar un trabajo en el que se puede lucir como actriz y bailarina.

La función es muy visual, con momentos realmente hermosos como cuando Rubén Casteiva, se revuelca por el suelo alfombrado de cintas de grabadora, emulando el movimiento de la propia máquina. El viejo Krapp es un actor con una expresión corporal impecable que maneja con precisión el movimiento, y cuenta con  una voz estupenda.

Es digno de señalar la buena factura de la obra, contando con la juventud de sus creadores. Una juventud, que curiosamente les lleva a indagar en los sentimientos de una persona que ha dado por cerrada su vida, nutriéndose únicamente de su propio recuerdo.

Casi una metáfora de la función es la canción infantil que canta Roberto -el viejo Krapp-, nos recuerda lo provisional y fugaz que es la existencia. En nuestro esplendor, nos vemos fuertes y eternos, pero cuando vemos una historia cerrada como la de Krapp, nos damos cuenta de que la existencia es fugaz, y quizá esa sea su gracia.

Enhorabuena a Jesús Lavi, a Colette Casas, a los actores Roberto Iglesias, Rubén Casteiva, a la bailarina Patricia Torrero, al músico Yerko Cano, y al resto del equipo por proponernos con ¡Recuérdate Krapp! una función tan estimulante.

Luiz Muñoz Díez

Jesús Lavi dirige ¡Recuérdate, Krapp!, inspirada en La última cinta de Krapp, de Beckett

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